lunes, 29 de marzo de 2010

Hormiguita


Fue hace muchos años. En una gran casa, que ya se veía como abandonada, Bruno pintaba con carboncillo los caballos de doña Delia del Carril. El jardín era como un bosque, había al fondo un escenario desvencijado. Allí estuvimos alguna vez con Jonás, Jaime Gómez Rogers, poeta delirante. Recuerdo cuando apareció Gustavo Valdés Bunster y le propuso a la Hormiguita ciertos ejercicios orientales para aliviar sus articulaciones, con el resultado de dejarla aún más estropeada. Por aquel entonces, Bruno boceteaba grandes cúpulas, carpas enormes alojando aéreas trapecistas en circos donde hubieron personajes en monociclos, la modelo que posaba para él terminó con un esguince. ¿Porqué la Hormiguita no cruza la carretera en verano? Porque le tiene miedo al hormigón caliente...

En ruta


Entonces, una vez concluidos "Los cuatro puntos cardinales de Coquimbo", gracias a Fondart Bruno emprende un viajo a lo largo y ancho de la región. Con Yago Sutil subieron a cumbres, expusieron la obra en Escuelas y prostíbulos, recorriendo los profundos rincones alejados de la urbe.

¿Ubi sunt qui ante nos in mundo fuere?


Tantas. En el texto de Felipe hay certidumbres de las cuales puedo dar testimonio, ya que a Bruno lo vine a conocer desde edad temprana. Otras cosas las evoco de otro modo, pero hay que tener en cuenta que es un cuento de otro cuento, eco de otro y así hasta el final, el cual no es otro que la pregunta ¿Ubi sunt qui ante nos in mundo fuere?
Ahora, mientras, estamos en la Herradura divisando a lo lejos las luces rutilantes del puerto, la bahía.
El mural "Lagar", al cual me voy a referir, a significado la consagración del artista, que ahora se cabecea con un McIntosh desentrañando los misterios del Potoshop. ¿Por dónde comenzar? Se va olvidando tanto uno del principio a medida que se envejece. Recuerdo clarito una escena de la "Parrillada Yugoslava" de calle Merced, donde un pintor desplegaba el óleo multicolor de los paraguas de transeúntes una tarde de lluvia.